Arturo Gordon Vargas

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Biografía

Arturo Gordon Vargas nació el 7 de agosto de 1883. Su lugar de nacimiento aún no se esclarece del todo, pero su familia vivía donde pasó sus primeros años, para luego mudarse a Santiago. Allí estudió en el Liceo Miguel Luis Amunátegui y fue compañero del escritor Augusto d´Halmar. Tras un breve paso por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile (1901-1902), se decidió a ingresar a la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo como profesores a Cosme San Martín y Pedro Lira, entre otros. La llegada en 1908 del pintor español Fernando Álvarez de Sotomayor tuvo un profundo impacto en su posterior desarrollo como artista.

Miembro de la Generación del 13, junto a pintores como Pedro Luna, Exequiel Plaza y Elmina Moissan, entre otros, compartió con ellos el interés por los asuntos populares y el vínculo con la tradición plástica española, por sobre la tendencia hegemónica del arte francés. Participó tempranamente en los Salones Oficiales de Santiago y obras suyas formaron parte de las exposiciones que se celebraron en Buenos Aires y Santiago para conmemorar el centenario de ambas repúblicas.

Gordon fue muy consistente a lo largo de toda su producción artística con respecto a sus motivos. Su interés estaba puesto esencialmente en el pueblo y sus diversas manifestaciones y costumbres. Sin embargo, también supo explorar en distintas técnicas y soportes, dando cuenta de su versatilidad. Se desempeñó como ilustrador de libros y revistas durante la década de 1910 e incursionó con éxito en la pintura mural, recibiendo el encargo de los murales de la Biblioteca Nacional (1926) y del pabellón chileno en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, junto a Laureano Guevara. Murió el 27 de octubre de 1944 en Valparaíso.

La vigencia de su obra estriba en su lenguaje pictórico, en esa suerte de “vocabulario plástico” que destacaban los investigadores Milan Ivelic y Gaspar Galaz, en donde el color cumple un rol trascendental. Pero estos colores no nacen de la observación de las escenas que Gordon se dispone a pintar. No existen en el vestuario de los campesinos y proletarios chilenos de la primera mitad del siglo XX, tampoco en los muros de los ranchos esparcidos por los suburbios, campos y caletas de pescadores. Brotan de su paleta de manera arbitraria y autónoma, para convertirse en verdaderos conceptos, en piedras angulares de su imaginario pictórico, en las huellas visibles de su emocionalidad.

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